Música para volar

24/5/09









Morir de tiempo.
¿Qué era el tiempo cuando no había tiempo? ¿Quién era el tiempo en un tiempo sin tiempo?
He aquí un día, cuando el árbol no tenía sombra porque no era árbol y el pájaro no tenía canto porque no era pájaro, alguien (si es que se puede hablar de algo más que de ausencias) se planteó lo siguiente: ésto, este vacío exhuberante y atestado de presencias que aguardan su nacimiento en algún umbral del Universo (o lo que ésto sea), está estático y suspendido en la penumbra de algo que no es, pero que podría llegar a ser. Y me cansé de esperar (mentira, no puedo hablar de esperar porque aún no existe la noción de tiempo, pero tampoco yo existo y sin embargo hablo, aquí, ahora, hablo y repito sin ser y sin saber qué es el tiempo ni dónde se encuentra). Y ésto no puede seguir así, tenue y desprovisto de todo adorno (más aún, desprovisto de TODO, sin siquiera rozar el extremo detallista de un adorno). Algo tiene que cambiar. Pero para que algo cambie debe existir primordialmente ALGO.
Entonces explotó un vacío cuántico en un remolino de plasma brillante, protones, neutrones, y materia y antimateria que se aniquilaba mutuamente. Ésto culminó enfriándose y abriendo paso a un todo al que se alude cuando se habla de un espacio físico en donde morar.
Ahora puedo hablar de tiempo, a pesar de que aún no sé si se puede hablar entre tanta ausencia que muere y reencarna progresivamente. Pero sí sé que existe el tiempo, y esa es mi única verdad. Y lo sé porque ahora el árbol se retuerce en su sombra intentando arrancarse la piel, o en su defecto, las hojas. Y tal vez lo haga porque es otoño, y en otoño las cosas suelen morir. Lo sé porque el pájaro, cuando por fin pudo cantar se quedó mudo, y por consiguiente se suicidó arrojándose desde la rama más alta del árbol, si, del mismo árbol que cuando por fin halló su sombra quizo estrangularla. O tal vez, ahora que lo pienso quizás lo mató el árbol confundiéndolo con una de sus hojas. Ultimamente hasta la naturaleza se aniquila. Qué sé yo, debe ser porque es otoño, y en otoño las cosas suelen morir.

23/5/09


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tiempo y pausa
pausa y destiempo
y nada.


Destruyéndome incontables veces
junto al tiempo
y al destiempo
sin ser
sin no ser.


No soy más que partículas
en un tiempo afiebrado
por la ausencia de la ausencia
y el ser que no es.

21/5/09



Desde el tiempo hacia el tiempo
del tiempo al destiempo
y del destiempo a la nada.
Si quisieras ser tiempo y lugar
sólo te bastaría con ser,
no con ser arrastrado: con ser.
He aquí el problema
si ser implica no ser
no intentes ser tiempo y espacio
porque tiempo y espacio no son.
Y vos tampoco.

14/5/09


-Conozco la piedra elemental de nuestro existir.
-Ésa es la clave.
-Desde luego, y es mía.
-El otoño es mío, y no lo comparto.
-¿Para qué querría yo tu otoño cuando tengo en mis manos la llave del Universo?
-Porque aún teniendo el universo añorarías el crujir de las hojas en otoño.

8/5/09


Cantaba como si cada cuerda vocal fuese a estallársele de la garganta, como si cada nota fuese el último grito desvencijado de futurismo roto. Como si cada centímetro de su carne estuviese destinado al único e infinito hecho de cantar, y cantar hasta la eternidad (es decir, hasta nunca, hasta siempre) cantar como si el sonido del exterior de su cuerpo fuesen solo murmullos inagotables y certeros pero inmóviles, quebrados, susurros. Cantar como si todo lo que pudiese desaparecer careciera de importancia. Cantar con cada átomo de su piel, con cada molécula de sus huesos, como si el fuego mismo naciera en el centro de su garganta, incesante, encendida.

Cantar como si cada segundo clamara un sonido diferente, como si el viento rogara una gota de dulce melodía. Como si el girar de la tierra arrancase de su centro más recóndito una minúscula partícula de ese sabor agridulce de la música. Como si su boca fuese la boca del mundo, fusionada en la más perfecta simetría de corcheas y redondas.

Como si en su sangre brotasen árboles de fusas y semi-fusas, que ramificadas extendieran sus brazos a lo largo de sus venas.

Cantar como si el hecho de ser no impidiera saltar al cielo en cada do, en cada re, en cada mi. Cantar como si ser no anulara inexorablemente el hecho de ser escuchado.