Música para volar

30/11/08


Te imploro abandonar esta lascivia, que dejes de fustigar mi lenguaje. Que el fervor que irrumpe la calma no azote estas palabras, únicas herederas de mi cuerpo lánguido.
No cantes, que a tu perversión innata no logro inmutarla, y se humedecen los últimos vocablos que me mantienen pávida.
Las náuseas corrompen el punto de fusión en la oquedad de mi envase descartable. Y expiro.

22/11/08


Caen.
En la primera caída aguardan,
en la segunda saltan,
en la tercera explotan.
No hay cuarta.

Caen.
Sin tapujos se lanzan,
sin esperanzas huyen
sin temores corrompen
el aire sofocado de esta noche de verano.

Caen.
El lenguaje se hace gota,
cada gota cae y arrastra,
arrastra las pieles curtidas
por el ardor de la palabra.

Caen.
Noche negra las atrapa.
Contruye una torre alta,
trepa y luego las lanza.

Cae la noche y los cuerpos,
los cuerpos reciben las gotas
las gotas que caen sumisas,
sumisas mueren, rotas.

20/11/08


En el lugar de la fusión encontraré solo vestigios, solo la luz, solo la espera.
En el centro del centro del umbral, escaparé somnolienta y audaz.
En la penumbra inmóvil que se ha asentado en mi alma, arrancaré las sombras, para adueñarme completamente de las formas.
Y cantaré.
Cantaré, no porque unas manos finalmente me abracen, sinó porque habré aceptado que el futuro está bajo mi supremacía. Que la primavera se extiende alrededor mío (esto es, sin rozarme), y porque la noche reinará sobre todas las cosas. Entonces habré logrado mi cometido.
Siendo reina de la noche, me despediré sonriente, y al llegar el alba dormiré, será perpetuo.
Y la reina de la noche morirá.
Pero morirá feliz.

17/11/08

Tanta ira, tanta ira enclaustrada en los huesos, que podría con ellas construir una torre lejana, extraer mis venas y hacer una soga que me lleve a la más alta ventana, y desde allí, pálida y cruel, gritar con todas mis fuerzas cuánto odio retengo en mi sangre, y luego lanzarme a la deriva del viento, chocar contra el pavimento y estallar en tantos pedazos como lágrimas he dejado caer.
Tengo encarnada la duda del espasmo, las huellas de la sombra y el tapujo que provoca la pavura de los cuerpos.
No logro escapar de aquel momento.

16/11/08


Me resigné a continuar en esta vigilia en la espera de aquello que aún no sé que es, como me resigné a avanzar perdida esperando el augurio de aquello que nunca obtendré.

15/11/08


El tiempo ahogó el lenguaje
no hay legado que valga
en esta melodía que perturba en remolinos los fragmentos
del ahogado.
Palabra por palabra
cae en tinieblas.
La noche no encuentra su manto
de perlas negras.
Quiebra la atmósfera la agonía
se hace piel el sacrificio
manteniendo la calma se rompe el despojo
(y aún se intenta creer lo que no es)
Morirá, morirá como la noche muere al alba,
morirá porque hay silencio
y el silencio penetra en la carne sin tapujos
y el lenguaje...
el lenguaje es tan efímero como la plenitud de los cuerpos,
como el contorno de una noche sobre las sombras del día.

Tanto ansiar un silencio como desear la vida misma
he ahogado al lenguaje que constituía la vida misma.
No sólo morirá el lenguaje en el lugar de la fusión
con él morirá la noche, la vida misma.

Pamela Pulcinella.

14/11/08

13/11/08


Cuando la ausencia dice presente en cada detalle.

Vuela el suspiro impaciente, entrelazado en la rutinaria mañana. Intenta llamar mi atención, y lo sé, pero lo ignoro. Golpea con fuerza mis pestañas, silba una contagiosa melodía en mis oídos, intenta entrometerse entre los orificios de mi nariz. A pesar de lo molesto que pueda resultar sigo ignorándolo.
En incansable, no va a resignarse a pasar desapercibido, él requiere toda mi atención. Y por más que intento esquivarlo, finalmente lo atrapo y lo lanzo. Ahí va un suspiro más, como tantos otros que he dejado escapar cuando miro la ventana en esta fría mañana de invierno, pensando en que cuando salga a la ciudad, vos ya no estarás.

Pamela Pulcinella.

8/11/08


Noche abierta
Desperté asustado y con esa sensación de querer huir.
No comprendía, estaba solo. No conocía el entorno, las luces, los colores, las formas. Tampoco comprendía cómo había llegado hasta ahí.
La noche se abría paso entre los leves reflejos del sol, y los árboles me contemplaban inmóvil, intentando adueñarse de las últimas sombras del día. "En eso iba creciendo en la soledad un ruido de jinetes".
Mi sangre palpitaba incesante, y mi destino se debatía entre correr hacia ningún lado, o esperar que algún suceso imprevisto me devolviera a mi realidad.
Sentí los caballos casi rozarme, se oían cerca, pero no lo suficiente como para poder verlos. Hay vida, pensé. Y me decidí a seguir instintivamente sus rastros.
Tropecé sin darme cuenta con algo que no lograba distinguir, pero se movía. Me alejé estupefacto y aguardé en silencio detrás de un arbusto. Inmediatamente un grupo de voces comenzó a acercarse, tumultuoso e impaciente, hasta encontrar aquello que me había hecho tropezar. "Cuando el pecho acostado dejó de subir y bajar se animaron a descubrirlo". Ha muerto, finalmente ha muerto. Escuché. Y bajo el resplandor de la luna pude ver el brillo en sus ojos al verlo yacer. "Parece cuento, pero la historia de esa noche rarísima empezó por un placero insolente de ruedas coloradas". Entonces comprendí. Necesitaba escapar.

Pamela Pulcinella.

5/11/08

La Enamorada.

Esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.


hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió


enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú


te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!


Alejandra Pizarnik.

Como si fuese tan simple escapar de uno mismo.

4/11/08


"No hace nada pero lo hace mal."

(producción literaria)

El Rito

Hay un rumor sombrío quebrándose en el aire.
Y en la oquedad resplandece un destello
de inmensa luz amarilla.

Ínfimo placer distante
de aquella muchedumbre temblorosa
refleja un barroco despliegue,
confirma que empieza el ritual.

Cuerpos ondulan melodías,
plenos esbozan sonrizas
intento romper el encanto
mientras mi atonía empuja la huída.

Se extiende el umbral en mi cuerpo.
Me he vuelto un mar de utopías.
Quisiera saber si esta noche
aún conservo mis días.

Pamela Pulcinella.

3/11/08


Me dejo caer.


Algo arrebató mi pureza.
Puedo sentirlo,
inmóvil y agitado
en el centro.
Me oprime el pecho,
ahoga mis lamentos.
Yo aguardo en silencio,
me dejo desintegrar impotente.
Cierro mis ojos
el dolor cesará.

Algún día esta agonía cesará.


Pamela Pulcinella.

2/11/08


Cuando el saberse no alcanza.


Cuando el cristal tembló clamando atención, y el vértigo de quebrarse íntegramente hizo que mis sentidos reaccionen desesperadamente intentando impedirlo, comprendí que hasta no llegar al borde del abismo no tomo conciencia de que las cosas funcionan mal.
Entonces, bruscamente intenté de mil maneras posibles retener el cristal en mis manos, y contenerlo con la dulzura que merece una pieza fundamental de mi existir.
Pero esa dulzura nacía del terror que me provocaba perderla, no de la satisfacción que me provocaba tenerla.
No solo estalló súbita y estrepitosamente, sinó que además, me destruyó junto a sí.
Me consumí en los fragmentos, me desarmé en la angustia.
Construí, junto al horror, una máscara que no me permitió ser. Hoy no puedo, con o sin máscara, acercarme a tu mirada. Y por eso es que me duelo, y me duele, no haberme sabido antes.

Pamela Pulcinella.