Música para volar

21/12/08

La Condesa Sangrienta de Alejandra Pizarnik












«Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar. Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos, agujas, atizadores; que torturan muchachas, que luego las entierran. Como el atizador o los cuchillos, esas viejas son instrumentos de una posesión. Esta sombría ceremonia tiene una sola espectadora silenciosa.»


Acusada del asesinato de seiscientas cincuenta jóvenes, Erzsebét Bathory es una de las criminales más siniestras de la Historia. En su castillo de los Cárpatos, a finales de siglo XVII, la condesa se cierne sobre sus víctimas para desangrarlas y conservar su juventud. Su leyenda maldita y fascinante pervive en el tiempo.

Ilustraciones: Santiago Caruso.

10/12/08


3/12/08


Las veo tan pequeñas que me lastiman. No puedo dejarlas ir. No así. Tan pávidas, ingenuas, tan puras. Se ha desvirtuado la escena. Ahora caen pedazos de cielo por doquier. Quisiera perpetuar este momento sin sentirme fútil.

30/11/08


Te imploro abandonar esta lascivia, que dejes de fustigar mi lenguaje. Que el fervor que irrumpe la calma no azote estas palabras, únicas herederas de mi cuerpo lánguido.
No cantes, que a tu perversión innata no logro inmutarla, y se humedecen los últimos vocablos que me mantienen pávida.
Las náuseas corrompen el punto de fusión en la oquedad de mi envase descartable. Y expiro.

22/11/08


Caen.
En la primera caída aguardan,
en la segunda saltan,
en la tercera explotan.
No hay cuarta.

Caen.
Sin tapujos se lanzan,
sin esperanzas huyen
sin temores corrompen
el aire sofocado de esta noche de verano.

Caen.
El lenguaje se hace gota,
cada gota cae y arrastra,
arrastra las pieles curtidas
por el ardor de la palabra.

Caen.
Noche negra las atrapa.
Contruye una torre alta,
trepa y luego las lanza.

Cae la noche y los cuerpos,
los cuerpos reciben las gotas
las gotas que caen sumisas,
sumisas mueren, rotas.

20/11/08


En el lugar de la fusión encontraré solo vestigios, solo la luz, solo la espera.
En el centro del centro del umbral, escaparé somnolienta y audaz.
En la penumbra inmóvil que se ha asentado en mi alma, arrancaré las sombras, para adueñarme completamente de las formas.
Y cantaré.
Cantaré, no porque unas manos finalmente me abracen, sinó porque habré aceptado que el futuro está bajo mi supremacía. Que la primavera se extiende alrededor mío (esto es, sin rozarme), y porque la noche reinará sobre todas las cosas. Entonces habré logrado mi cometido.
Siendo reina de la noche, me despediré sonriente, y al llegar el alba dormiré, será perpetuo.
Y la reina de la noche morirá.
Pero morirá feliz.

17/11/08

Tanta ira, tanta ira enclaustrada en los huesos, que podría con ellas construir una torre lejana, extraer mis venas y hacer una soga que me lleve a la más alta ventana, y desde allí, pálida y cruel, gritar con todas mis fuerzas cuánto odio retengo en mi sangre, y luego lanzarme a la deriva del viento, chocar contra el pavimento y estallar en tantos pedazos como lágrimas he dejado caer.
Tengo encarnada la duda del espasmo, las huellas de la sombra y el tapujo que provoca la pavura de los cuerpos.
No logro escapar de aquel momento.

16/11/08


Me resigné a continuar en esta vigilia en la espera de aquello que aún no sé que es, como me resigné a avanzar perdida esperando el augurio de aquello que nunca obtendré.

15/11/08


El tiempo ahogó el lenguaje
no hay legado que valga
en esta melodía que perturba en remolinos los fragmentos
del ahogado.
Palabra por palabra
cae en tinieblas.
La noche no encuentra su manto
de perlas negras.
Quiebra la atmósfera la agonía
se hace piel el sacrificio
manteniendo la calma se rompe el despojo
(y aún se intenta creer lo que no es)
Morirá, morirá como la noche muere al alba,
morirá porque hay silencio
y el silencio penetra en la carne sin tapujos
y el lenguaje...
el lenguaje es tan efímero como la plenitud de los cuerpos,
como el contorno de una noche sobre las sombras del día.

Tanto ansiar un silencio como desear la vida misma
he ahogado al lenguaje que constituía la vida misma.
No sólo morirá el lenguaje en el lugar de la fusión
con él morirá la noche, la vida misma.

Pamela Pulcinella.

14/11/08

13/11/08


Cuando la ausencia dice presente en cada detalle.

Vuela el suspiro impaciente, entrelazado en la rutinaria mañana. Intenta llamar mi atención, y lo sé, pero lo ignoro. Golpea con fuerza mis pestañas, silba una contagiosa melodía en mis oídos, intenta entrometerse entre los orificios de mi nariz. A pesar de lo molesto que pueda resultar sigo ignorándolo.
En incansable, no va a resignarse a pasar desapercibido, él requiere toda mi atención. Y por más que intento esquivarlo, finalmente lo atrapo y lo lanzo. Ahí va un suspiro más, como tantos otros que he dejado escapar cuando miro la ventana en esta fría mañana de invierno, pensando en que cuando salga a la ciudad, vos ya no estarás.

Pamela Pulcinella.

8/11/08


Noche abierta
Desperté asustado y con esa sensación de querer huir.
No comprendía, estaba solo. No conocía el entorno, las luces, los colores, las formas. Tampoco comprendía cómo había llegado hasta ahí.
La noche se abría paso entre los leves reflejos del sol, y los árboles me contemplaban inmóvil, intentando adueñarse de las últimas sombras del día. "En eso iba creciendo en la soledad un ruido de jinetes".
Mi sangre palpitaba incesante, y mi destino se debatía entre correr hacia ningún lado, o esperar que algún suceso imprevisto me devolviera a mi realidad.
Sentí los caballos casi rozarme, se oían cerca, pero no lo suficiente como para poder verlos. Hay vida, pensé. Y me decidí a seguir instintivamente sus rastros.
Tropecé sin darme cuenta con algo que no lograba distinguir, pero se movía. Me alejé estupefacto y aguardé en silencio detrás de un arbusto. Inmediatamente un grupo de voces comenzó a acercarse, tumultuoso e impaciente, hasta encontrar aquello que me había hecho tropezar. "Cuando el pecho acostado dejó de subir y bajar se animaron a descubrirlo". Ha muerto, finalmente ha muerto. Escuché. Y bajo el resplandor de la luna pude ver el brillo en sus ojos al verlo yacer. "Parece cuento, pero la historia de esa noche rarísima empezó por un placero insolente de ruedas coloradas". Entonces comprendí. Necesitaba escapar.

Pamela Pulcinella.

5/11/08

La Enamorada.

Esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.


hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió


enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú


te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!


Alejandra Pizarnik.

Como si fuese tan simple escapar de uno mismo.

4/11/08


"No hace nada pero lo hace mal."

(producción literaria)

El Rito

Hay un rumor sombrío quebrándose en el aire.
Y en la oquedad resplandece un destello
de inmensa luz amarilla.

Ínfimo placer distante
de aquella muchedumbre temblorosa
refleja un barroco despliegue,
confirma que empieza el ritual.

Cuerpos ondulan melodías,
plenos esbozan sonrizas
intento romper el encanto
mientras mi atonía empuja la huída.

Se extiende el umbral en mi cuerpo.
Me he vuelto un mar de utopías.
Quisiera saber si esta noche
aún conservo mis días.

Pamela Pulcinella.

3/11/08


Me dejo caer.


Algo arrebató mi pureza.
Puedo sentirlo,
inmóvil y agitado
en el centro.
Me oprime el pecho,
ahoga mis lamentos.
Yo aguardo en silencio,
me dejo desintegrar impotente.
Cierro mis ojos
el dolor cesará.

Algún día esta agonía cesará.


Pamela Pulcinella.

2/11/08


Cuando el saberse no alcanza.


Cuando el cristal tembló clamando atención, y el vértigo de quebrarse íntegramente hizo que mis sentidos reaccionen desesperadamente intentando impedirlo, comprendí que hasta no llegar al borde del abismo no tomo conciencia de que las cosas funcionan mal.
Entonces, bruscamente intenté de mil maneras posibles retener el cristal en mis manos, y contenerlo con la dulzura que merece una pieza fundamental de mi existir.
Pero esa dulzura nacía del terror que me provocaba perderla, no de la satisfacción que me provocaba tenerla.
No solo estalló súbita y estrepitosamente, sinó que además, me destruyó junto a sí.
Me consumí en los fragmentos, me desarmé en la angustia.
Construí, junto al horror, una máscara que no me permitió ser. Hoy no puedo, con o sin máscara, acercarme a tu mirada. Y por eso es que me duelo, y me duele, no haberme sabido antes.

Pamela Pulcinella.

31/10/08


Relato de un naufragio irreversible.


Aparentemente la angustia cesaría al llegar el alba milagrosa, que por cierto, jamás llegó.
De pronto mis músculos adormecidos clamaron atención y comenzaron a moverse abruptamente, provocando que todos mis sentidos se centren en opacarlos, sin resultados.
Mientras la procupación neta recaía en mis desesperados movimientos, algo comenzó a subir desapercibido, ansioso y eficaz. No pude reaccionar adecuadamente, pues mi atención estaba puesta a otra cosa. Cuando finalmente reaccioné, fue en vano. Había avanzado tanto tanto, que pronto mis músculos embravecidos dejaron de moverse, quedándose estancados, incapaces de ejercer supremacía. Mi atención ahora se enfocó en esa agonía que no dejaba de subir, adueñándose de cada partícula, de cada átomo. No podía controlarla, me consumía.
Intenté convencerme de que sería algo efímero, que acabaría en cualquier momento, pero contrariamente aumentaba.
Para cuando me decidí a actuar, firme y convincentemente, mis músculos no respondieron, mis párpados cayeron, pesados e inmóviles, y el resto de mis sentidos perdieron control de ser.
He perdido la batalla. En un suspiro se esfumó mi realidad.
Aún no entiendo cómo, pero actuó tan perfecta y escrupulosamente, que daría lo que ya no tengo para alcanzar tal perfección.

Pamela Pulcinella.

29/10/08

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)


Alejandra Pizarnik.

28/10/08


El momento en que la perfección se hace carne.

Ya no soy capaz de encontrarle un sentido perfecto a cada palabra, a cada expresión. He cambiado hasta los mínimos detalles que me convertían en un ser humano. Lo que hoy queda son solo vestigios que jamás podrán volver a conformar lo que fueron. (Aunque espero, inútilmente). No puedo más.
Tan complejo ser soy hoy, que me sobran las palabras por no poder adueñarmelas para colocarlas en su preciso momento y lugar. No puedo más.
Así, cada ínfimo recuerdo es un abismo imposible de ignorar, me absorbe (íntegramente) para luego quebrarme, pausada y dolorosamente. Por eso, cada paso es una agonía incontenible que me asfixia. No puedo más.
Nada es capaz de devolver (me). Basta de utopías, basta de esperanzas sin sentido. Simplemente BASTA. (No puedo más).
Algún día, llorarán en silencio con sus trajes negros, y todas aquellas palabras lograrán un sentido tan perfecto, que sepultadas junto con las voces, clamarán por la libertad y el silencio que en vida no pudieron conseguir.

Pamela Pulcinella.

20/10/08


Donde nacen los silencios y mueren las palabras, socavas la fosa de tus deseos.
Estallan, casi ausentes, los instantes privilegiados, ávidos de esplendor, sin saber (sin querer saber) que fueron arrastrados inherentemente al umbral.
Y tú, que insistes en encastrar cada partícula a un todo, como si fuese la última (aunque tu interior insiste en creer que es la primera) esperas suspendido que las gotas se derramen, se suiciden una tras otra desmedida e infinitamente. Y a tí te digo, a tí que esperas incondicionalmente: jamás lograrás la perfección (nunca nada es suficiente).

Pamela Pulcinella.

17/10/08


En la umbrosa noche, aún encuentro el amplio resplandor de tu sonrisa para sentirme en casa.
Entonces estalla en mi dicha, el saber que la vida puede ser un simple acto casual.

14/10/08


Todo lo que cambia, donde cambia, deja detrás de sí un abismo.

Antonio Porchia.

13/10/08


No creo que exista día en el que no recuerde por qué olvido.

12/10/08


La última inocencia

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!

Alejandra Pizarnik.

11/10/08


"Hay que salvar, no a la flor, sino a las palabras"





En completa forma y agonía cae la noche sobre mi pecho. Arranca los vocablos uno a uno pretendiendo calmar la hemorragia. Lo cierto es que jamás cesará la embestida directa de oraciones. Sangrará desmesuradamente hasta el hastío, hasta acabar seca, hasta quebrarse y fundirse en la nada misma. Desangrada acabaré desapareciendo, el tiempo cubrirá las manchas y el rumor a muerte escupirá cenizas.

Por eso digo, hay que salvar, no a la flor, sino a las palabras.


Pamela Pulcinella.

Si alguien pudiera escucharme, si alguien pudiera entender

que el vértigo me oprime el pecho.


Pamela Pulcinella.

10/10/08


Esperé el silencio.
Esperé a que las voces callaran.
Esperé a que las sombras se perdieran en el horizonte,
que la lluvia cese,
que la tempestad acabara.
Esperé que tus manos turbias abrazaran mis espaldas,
que la voz me recorra entera dejando un halo de delicada tibieza.
Esperé la señal,
el momento,
esperé al borde del abismo,
sentí el vértigo adueñarse de mis huesos.

Y es siempre eso,

esperar.

Pamela Pulcinella.

9/10/08

(Concurso de cuentos del colegio)

Palabras (asfixia).

He notado que muchas veces las palabras se anudan fuertemente, como el cordón de mis zapatillas. Y aprietan hasta la asfixia.
No es común notarlo, por eso decidí hacer algo al respecto, para ahorrarle el trabajo a otras personas, observadoras y minuciosas al igual que yo.
Es implacable este deseo de beber las palabras. Pero creo que haré con ellas un collar. – Pensé-. Donde cuelgue mis días y mis noches, mis insomnios e infortunios.
Esperaré también encontrar palabras tuyas, rasgos efímeros, figuras que vomiten circunstancias.
Colgaré mis utopías y anhelos, mis desgastes. Colgaré las manchas, las heridas, los fragmentos inherentes que desatan el lazo que me esclaviza a tus pies.
Colgaré mi vida, si es necesario, también.
Entusiasmada busqué en el aire, en la brisa, en los fragmentos. Pero no estaban. Las palabras habían volado junto al invierno, se esfumaron como bocanadas de humo.
Entonces sentí la asfixia. ¿Pero cómo? Si las palabras se ausentaban…
Es un misterio la magnitud de las palabras aún cuando creemos que las hemos vencido.
Confundida, noté mi collar agonizando.
Ingenua, volví a buscar en el aire, en la brisa, en los fragmentos. De nuevo, no estaban.
Aún no podía entenderlo, sentía la asfixia inmóvil e inquebrantable en el interior.
Entonces supe que, a pesar de no poder tocarlas, las palabras nunca cesarían.
Tampoco la asfixia.

Pamela Pulcinella.

6/10/08


Es la hora del último despliegue de candor.
Es la hora del instante pérfido.
Es la hora de cerrar, para siempre,
el anhelo de perfección.
Pamela Pulcinella.

5/10/08


No sé y espero.

No sé y canto.


Arranca esta ausencia, haz con ella una espada.


No sé y me duelo.

Y escapo.


Pamela Pulcinella.

4/10/08



Un vuelco en el estómago. Las ansias de verte. Los nervios, el miedo.
La euforia es ley, es piel. Entonces te veo, te amarro, te sigo. Reímos.
Alivio, calma. Te siento desde siempre, desde nunca.
Vivirme resulta un acto de pura sutileza, casualidad. El mundo se vuelve sencillo, extento. Qué importa.
Quisiera adueñarme del silencio, arrastrarte junto a mi sombra días y noches. Hacer de mi vida la tuya, sonreir y tiritar nerviosa al verte.
Quisiera palabras exactas, pero lo único que hallo es esta inmensa dicha, esplendor, júbilo. Quisiera poder explicarte todo aquello que recorre mis venas.
Quisiera entera tu sombra, para llevarla junto a la mía, en este día de primavera.
Pamela Pulcinella.

1/10/08


Cuando vea los ojos
que tengo en los míos tatuados.
Alejandra Pizarnik.

Soy el emblema,
soy la sangre,
soy la angustia
y la nostalgia.
Soy la estrella,
soy la sombra,
soy la huída,
y la que ama
(tu nombre).
Soy la fuerza,
soy la lágrima,
soy la espada
y la confianza.
Soy la que ama
(tu nombre).
Pamela Pulcinella.

30/9/08


Quand tu es près de moi,
Cette chambre n'a plus de parois,
Mais des arbres oui, des arbres infinis,
Et quand tu es tellement près de moi,
C'est comme si ce plafond-là, il n'existait plus,
Je vois le ciel penché sur nous... qui restons ainsi,
Abandonnés tout comme si,
Il n'y avait plus rien, non plus rien d'autre au monde,
J'entends l'harmonica... mais on dirait un orgue,
Qui chante pour toi et pour moi,
Là-haut dans le ciel infini,
Et pour toi, et pour moi.

Carla Bruni

Todo pierde sentido.

Umbroso camino espera impaciente
que eventuales vestigios de luz no lo alcancen.
El licor derramado sobre el óleo de la existencia
se esparce a cada glándula de tu ser.
- Ya no esperas, ya no eres.
Entonces las palabras yacen en el ataúd,
cubiertas por un sudario abstracto, perpetuo.
Los sustantivos se hunden en el café,
cociendo jeroglíficos absurdos.
- Entonces todo pierde sentido.
Arcaicos adjetivos que una vez pronunciaste,
se escapan por los cerrojos de las puertas
-ahora cerradas-.
- Entonces todo pierde sentido.
Aquellos verbos que saciaron tu sed infinita
humedecen ahora la sequía de otros cuerpos.
- Entonces todo pierde sentido.
Constantes ecos te invaden
impulsándote a expulsar la única palabra
por la cual aún conservas un instante de vida.
Finalmente la lanzas:
-Perdón-.

- Entonces todo pierde sentido.



Pamela Pulcinella

Estoy tan cansada del ir y venir de las sombras, de los espacios en blanco sin ningun sentido. Estoy tan cansada del tintero vacío, de las lágrimas espesas que demoran siglos en derramarse. Estoy tan cansada del retorno de mis ecos anunciandome lo irreparable, de los espejos espiralados y de los gestos que una y otra vez se lanzan a la vertiente. Estoy tan cansada de sentir que lo que viene no es sincero, y pronto caerá en el umbral de mis memorias perdidas, dentro de la vorágine que azota mi cabeza. De creer que lo simple nunca es transparente y existe un revés que todo devasta. De perseguir algo efímero que carece de profundidad, para después asustarme y huir despavorida hacia la nada misma. Estoy tan cansada.
Pamela Pulcinella

Metamorfosis.


Despertar ante un abismo
ni efimero ni persistente.
Mover el adoquin de la infancia.
Deshojarse como arbol otoñal
y moverse a merced del viento.
Abrirse a lo inexorable,
soltar lo que amarramos inherentemente:
Desprenderse del niño
y adueñarse del adolescente.
Pamela Pulcinella
Fin de la inocencia.

"Y sobre todo mirar con inocencia, como si no pasara nada, lo cual es cierto"
- Alejandra Pizarnik.

En el segundo último de la infancia
brilla enlutado el autorretrato
de aquel niño que ha sufrido el despojo
de la efímera transparencia infantil.

En sus brazos duerme la noche,
cobija sus sueños rotos
sobre el infinito cielo estrellado
frágil espectro maternal.

La memoria enciende candiles
de indestructibles llamas candentes
atesora los momentos tuyos,
que el mundo que conocias yace bendito
-en la cruel inmensidad.

Quisiera poder ayudarte,
apretando tu mano humeda,
ignorado el perverso mundo,
que tuerce tu vientre pequeño
-y tu pobrísimo cuerpecito inocente.

Rae tus enigmas, pequeño
hay un jardín sin retorno
adéntrate en el inestable sentir
del adolescente que ahora eres.

-Y despréndete del miedo.


Pamela Pulcinella

Será la calma o la lujuria
de aquél instante efímero
la sombra que tiñe la noche
estéril, opaca, pueril.
(inicio el ritual)
Errantes cómplices toscas,
insertan la muerte en la vida,
encierran enigmas raídos
sobre aquel montón de utopías.
(temo perderme)
Lanzan miradas furtivas,
audaces vestigios de misterio,
La sombra acaba perdida
naúfraga de otro hemisferio.
(escapo hacia el umbral)
Se ha ido, es sola
es quieta
es muerte.
La sigo, no puedo.
(y por ello es que muero).


Pamela Pulcinella.

24/9/08


Aún no es ahora
ahora es nunca


aún no es ahora
ahora y siempre
es nunca.




(A Antonio Porchia, de Alejandra Pizarnik)



Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.