Sus ojos permanecieron inescrutables hasta la última mirada que pude echarle. Siempre supe que no sería fácil dejarlo, pero tuve la certeza de que lo entendería, tarde o temprano.
Aparté mi mirada de lo que aparentaba ser nuestra casa, desde dónde él me saludaba inquebrantable desde lo más cerca posible, pero no pude distinguirlo con claridad, debido a la lejanía. Inmediatamente suspiré tan hondo como pude y fingí una sonrisa, que pronto se esfumó, aunque no estoy segura de haberla transladado de mi cerebro a mis facciones, ahora tensas, reflejando un intenso dolor que no dejaba de oprimirme el pecho.
-Detesto las despedidas- le susurré al taxista, dándole una explicación jamás pedida.
-No todas las despedidas son definitivas-contestó intentando dárme una luz de esperanza, al notar mi mueca de angustia.
-Supongo- Me delimité a contestar,pues no valía la pena explicar todo a un taxista que probablemente no volvería a ver en mi vida. Pero en el fondo sabía que un encuentro posterior era la idea más estúpida que se le podría cruzar por la cabeza a alguien al tanto de la situación.
Durante el resto del viaje intenté autoconvencerme de que necesitaba hacer ésto más que nada en el mundo, porque las cosas se habían salido de control, y me obsesión innata había desatado la peor catástrofe que mi mente podía resistir. De hecho era justo lo que no haría, resistir.
Pagué el taxi y me deslizé por la puerta tan pronto como mis músculos me lo permitieron, algo entumecidos.
-Señora, está segura de que hemos llegado?- Preguntó el taxista asombrado ante mi peculiar destino: un acantilado desierto, que con el crepúsculo lucía casi lúgubre, pero de una belleza inconcebible.
-Si, alguien pasará a buscarme en breve- Mentí.
Luego de que el taxi estuvo lo suficientemente lejos me atreví a mirar el precipicio. Ésto me asustaba, sin embargo sabía que a eso habia venido, pues tenía que hacerlo.
Decidí escribir una carta, para quien la encontrase, no me importaba ya quién la recepcionara, simplemente quería que alguien pudiera entender (o al menos intentarlo).
"He pensado mucho, vaya que lo he hecho!, y este asunto ha sido cerrado. Muchas veces intenté explicarme, hacer que mi entorno entendiera las cosas que no pude manejar, pero no logré más que sesiones con psiquiatras y sedantes que sólo empeoraron las cosas. Tal vez algún día alguien pueda entenderme, y entonces, desde donde esté, estaré tan agradecida con él que quizás me den ganas de volver, aunque sea demasiado tarde. Pero me he esforzado tanto que el desgaste me impide seguir y finalmente voy a concederme hacer lo que me plazca.
A veces no basta con utopías para mantener viva la ilusión. Al menos no para mi."
Y sin pensarlo más lo hice.
Increíblemente el acantilado se veía mucho mas hermoso desde abajo, aunque apenas pude verlo.