Tu piel incrustada era un manojo de angustias, de esas que yo no puedo palpar por el simple hecho de tener la piel incrustada en los huesos, en la asfixia.
Y a su vez, es eso lo que me asfixia: la piel incrustada, las manos pálidas, la cara deshecha.
Hubiese querido que estés acá, sabés? Hoy, después de tanto tiempo. Pero sé que hoy ni siquiera tenés piel. Ni siquiera tenés huesos. Lo único que tenés es un manojo de angustias como el mío, incrustado en el centro de la nada. Porque eso es lo que sos: nada. Y eso es lo que me asfixia, tu ausencia.
Y es raro, sabés? Es raro que la ausencia misma te estrangule la garganta. Que no deje atravesar ni un minúsculo suspiro.
Lo tengo encarnado en los ojos, sabés? Tengo la nada incrustada en los ojos. Estoy tan empapada de nada que me desconozco, me disloco de mi eje. Tengo una nada que me inunda y no puedo palparla (te). Y me fastidia, sabés? Porque hoy no necesito tu nada al lado mío, necesito tus huesos, tus manos pálidas, tu sonrisa dibujada.
Me da escalofríos cada vez que pienso, que intento desanudarme la garganta. Y termino desnuda naufragando en este abismo, sin poder rozarte.
Y a veces necesito de tu contorno, de tu envase descartable, ese que vestía camisas floreadas o un lindo rouge. Y necesito poder rodearte con los brazos, así, con los ruleros puestos, tan linda.
Y acá es cuando cae la primer lágrima. La que de a poco se va a hacer enorme y va a inundar mi piel incrustada, la garganta anudada como el cordón de mi zapatillas.
Entonces no sé por qué estoy acá, trémula, intentando recordar tu contorno con lujo de detalles, si después de todo, lo que necesito no tiene forma, ni huesos, ni piel incrustada, hoy.
Es que hoy, quisiera dejar de respirar entrecortado cada vez que te pienso, sabés? Quisiera que todas esas palabras que me sé de memoria empezaran a sonar a mis espaldas, que te rías con furia, que me hagas un té.
Quisiera dejar de guardar en la garganta tu figura. Que desaparezca de ahí, que deje de ahogarme, por favor.
Sabés? Lo que quiero para hoy es la piel incrustada, las manos pálidas, la cara deshecha, la sonrisa dibujada. Y soplar bien fuerte la nada que me ahoga. Y reposar inerte unos cuantos segundos en posición fetal mientras escucho una y otra vez todas esas palabras que me sé de memoria.