Podría haberse derrumado cada árbol del boulevard más ancho de esta ciudad, o haberse estrellado, uno tras otro, todos los autos, colectivos, trenes e incluso aviones de la galaxia. Podría brotar del centro de la tierra una vorágine de arcadas, de náusea, de cuerpo decrépito, o dictarse la sentencia que anunciase el fin de toda luz solar, lunar, artificial, prepetuando la nube negra en lo alto. Y qué? No me importaría en absoluto.
Si tan solo una tarde durara toda la eternidad. Si tan solo el viento fuese azul y mi garganta una canasta de flores blancas.