Música para volar

31/8/09

Plexo


Podría haberse derrumado cada árbol del boulevard más ancho de esta ciudad, o haberse estrellado, uno tras otro, todos los autos, colectivos, trenes e incluso aviones de la galaxia. Podría brotar del centro de la tierra una vorágine de arcadas, de náusea, de cuerpo decrépito, o dictarse la sentencia que anunciase el fin de toda luz solar, lunar, artificial, prepetuando la nube negra en lo alto. Y qué? No me importaría en absoluto.
Si tan solo una tarde durara toda la eternidad. Si tan solo el viento fuese azul y mi garganta una canasta de flores blancas.

29/8/09

Preludio


Cuando el papel escupa su nombre
así
con esa suave melodía irreverente
la única puerta inmediata
se esfumará como domingo de otoño.

27/8/09


¿Dónde correr?
hastío.
La bestia recorre asfixiada la escena y
con furia animal desatada
corrompe
pincela las manchas profanas impuras
del borde
del abismo
donde el tiempo
se descose
entre aullidos
y canta bajito una canción de cuna.

26/8/09


Tan minúsculamente impreceptible, tan frágil y escrupulosa avanza que me siento macabra con tan solo observarla. No es que no pueda verla, es que finjo no hacerlo, porque si por alguna extraña razón física o cósmica mi pie se deslizara unos 20 milicentésimos hacia la derecha, todo acabaría con exacta precision e impunidad. De hecho nadie habría notado nada. Incluso yo hubiese seguido mi camino sin percatarme del gran acontecimiento que acabaría de provocar. Y todo seguiría igual. Para mi, para el resto del mundo. Pero en el fondo, muy en el fondo, no sería así. Porque con tan solo un deslizamiento mínimo de la planta de mi pie derecho habría derrumbado un ser, una familia, una generación futura de pequeñas criaturas que comparten el mismo suelo que mi zapatilla y la tuya, y la de todos.
Pobre, pobrecita va caminando taciturna. En su lomo el peso, aquel que carga en verano y consume en invierno, año tras año. Y yo la miro pero finjo no hacerlo, porque si mi pie se desliza unos 20 milicentésimos hacia la derecha, todo acabaría con exacta presicion e impunidad. Y entonces nada sería lo mismo.

21/8/09


No.
No la garganta
ni el pulso sanguíneo derramado.
No la perpetua antítesis que engrosa las cifras
de corteza en letargo.
No la yugular arrancada,
estría palpable de embrión olvidado.
No el malévolo espejismo
mucho mas allá del charco
a espaldas del horizonte
lejano vértigo animal.
No la musiquita imperturbable
que engendra impotente la noche,
ni la intensidad del silencio casual
en aquel crepúsculo denso.
No los escombros inertes
palabra, saliva y ficción.
No, esta noche los cuerpos,
sumisos esculpen
la voz.
(X Olimpíadas intercolegiales de Poesía, organizado por la Asociación de Poetas Argentinos (A.P.O.A.)

8/8/09

Juana


Juana enmudeció de tanto cantar. Dicen que sus cuerdas vocales estallaron. No lo dudo, fue fruto de toda su fuerza, de todo el empeño desparramado en cada nota. Quizás enmudeció para esquivar todas las palabras huecas que hubiesen aflorado de sí misma al encontrarse repentinamente allí, Juana y su vida. Pero lo dudo, porque Juana siempre fue imponente y grandiosa, como el crepúsculo púrpura que parece nacer de las entrañas mismas de un volcán en erupción, mas aún, del centro mismo de la tierra, tan insoportablemente feroz como la luz del sol clavada en las pupilas en un amanecer estibal.
Si, Juana era un volcán. Y como tal, estalló.
Sin embargo Juana supo hablar como nadie. Si, porque Juana era así de impertinente. Cuando Juana habla todos callan, eso es ley. Algunos dicen que era ciega, o tal vez sorda, pero yo creo que solo fue una soñadora más, que al fin y al cabo lograron callar.
Juana fue gloria y pecado.
Juana fue grito y potencial.
Juana fue.



(Consigna taller literario: escribir un texto basado en un nombre que nos sugiera algo, con la condición de no conocer a nadie que porte tal nombre)

Así


Y así el arcoiris, y así el sol, y la luna, y ese crepúsculo pincelado por una mano inquieta.
Y así los días, así los años. Así. Así la sonrisa, la carcajada.
No más verdor opaco, no más penumbra ni cadenas, ni siquiera vestigios de todas las lágrimas que algún día ahogaron mis suspiros. No más.
Porque así, solo así, el verde es más verde y la vida es mas vida.
Así la palabra se hace rogar, porque no hay necesidad de vomitarla, de desgranarla y dejarla sangrando, consumiéndose en sí misma, con todo ese pavor y asco.
No más asfixia ni ahogo. Ni palabras apiladas en el cajón.
(Porque entendí que el negro no es un color.)

7/8/09


El vértigo que me produce la hoja en blanco.