Aparentemente la angustia cesaría al llegar el alba milagrosa, que por cierto, jamás llegó.
Pamela Pulcinella.
Palabras (asfixia).
He notado que muchas veces las palabras se anudan fuertemente, como el cordón de mis zapatillas. Y aprietan hasta la asfixia.
No es común notarlo, por eso decidí hacer algo al respecto, para ahorrarle el trabajo a otras personas, observadoras y minuciosas al igual que yo.
Es implacable este deseo de beber las palabras. Pero creo que haré con ellas un collar. – Pensé-. Donde cuelgue mis días y mis noches, mis insomnios e infortunios.
Esperaré también encontrar palabras tuyas, rasgos efímeros, figuras que vomiten circunstancias.
Colgaré mis utopías y anhelos, mis desgastes. Colgaré las manchas, las heridas, los fragmentos inherentes que desatan el lazo que me esclaviza a tus pies.
Colgaré mi vida, si es necesario, también.
Entusiasmada busqué en el aire, en la brisa, en los fragmentos. Pero no estaban. Las palabras habían volado junto al invierno, se esfumaron como bocanadas de humo.
Entonces sentí la asfixia. ¿Pero cómo? Si las palabras se ausentaban…
Es un misterio la magnitud de las palabras aún cuando creemos que las hemos vencido.
Confundida, noté mi collar agonizando.
Ingenua, volví a buscar en el aire, en la brisa, en los fragmentos. De nuevo, no estaban.
Aún no podía entenderlo, sentía la asfixia inmóvil e inquebrantable en el interior.
Entonces supe que, a pesar de no poder tocarlas, las palabras nunca cesarían.
Tampoco la asfixia.