Música para volar

31/10/08


Relato de un naufragio irreversible.


Aparentemente la angustia cesaría al llegar el alba milagrosa, que por cierto, jamás llegó.
De pronto mis músculos adormecidos clamaron atención y comenzaron a moverse abruptamente, provocando que todos mis sentidos se centren en opacarlos, sin resultados.
Mientras la procupación neta recaía en mis desesperados movimientos, algo comenzó a subir desapercibido, ansioso y eficaz. No pude reaccionar adecuadamente, pues mi atención estaba puesta a otra cosa. Cuando finalmente reaccioné, fue en vano. Había avanzado tanto tanto, que pronto mis músculos embravecidos dejaron de moverse, quedándose estancados, incapaces de ejercer supremacía. Mi atención ahora se enfocó en esa agonía que no dejaba de subir, adueñándose de cada partícula, de cada átomo. No podía controlarla, me consumía.
Intenté convencerme de que sería algo efímero, que acabaría en cualquier momento, pero contrariamente aumentaba.
Para cuando me decidí a actuar, firme y convincentemente, mis músculos no respondieron, mis párpados cayeron, pesados e inmóviles, y el resto de mis sentidos perdieron control de ser.
He perdido la batalla. En un suspiro se esfumó mi realidad.
Aún no entiendo cómo, pero actuó tan perfecta y escrupulosamente, que daría lo que ya no tengo para alcanzar tal perfección.

Pamela Pulcinella.

29/10/08

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)


Alejandra Pizarnik.

28/10/08


El momento en que la perfección se hace carne.

Ya no soy capaz de encontrarle un sentido perfecto a cada palabra, a cada expresión. He cambiado hasta los mínimos detalles que me convertían en un ser humano. Lo que hoy queda son solo vestigios que jamás podrán volver a conformar lo que fueron. (Aunque espero, inútilmente). No puedo más.
Tan complejo ser soy hoy, que me sobran las palabras por no poder adueñarmelas para colocarlas en su preciso momento y lugar. No puedo más.
Así, cada ínfimo recuerdo es un abismo imposible de ignorar, me absorbe (íntegramente) para luego quebrarme, pausada y dolorosamente. Por eso, cada paso es una agonía incontenible que me asfixia. No puedo más.
Nada es capaz de devolver (me). Basta de utopías, basta de esperanzas sin sentido. Simplemente BASTA. (No puedo más).
Algún día, llorarán en silencio con sus trajes negros, y todas aquellas palabras lograrán un sentido tan perfecto, que sepultadas junto con las voces, clamarán por la libertad y el silencio que en vida no pudieron conseguir.

Pamela Pulcinella.

20/10/08


Donde nacen los silencios y mueren las palabras, socavas la fosa de tus deseos.
Estallan, casi ausentes, los instantes privilegiados, ávidos de esplendor, sin saber (sin querer saber) que fueron arrastrados inherentemente al umbral.
Y tú, que insistes en encastrar cada partícula a un todo, como si fuese la última (aunque tu interior insiste en creer que es la primera) esperas suspendido que las gotas se derramen, se suiciden una tras otra desmedida e infinitamente. Y a tí te digo, a tí que esperas incondicionalmente: jamás lograrás la perfección (nunca nada es suficiente).

Pamela Pulcinella.

17/10/08


En la umbrosa noche, aún encuentro el amplio resplandor de tu sonrisa para sentirme en casa.
Entonces estalla en mi dicha, el saber que la vida puede ser un simple acto casual.

14/10/08


Todo lo que cambia, donde cambia, deja detrás de sí un abismo.

Antonio Porchia.

13/10/08


No creo que exista día en el que no recuerde por qué olvido.

12/10/08


La última inocencia

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!

Alejandra Pizarnik.

11/10/08


"Hay que salvar, no a la flor, sino a las palabras"





En completa forma y agonía cae la noche sobre mi pecho. Arranca los vocablos uno a uno pretendiendo calmar la hemorragia. Lo cierto es que jamás cesará la embestida directa de oraciones. Sangrará desmesuradamente hasta el hastío, hasta acabar seca, hasta quebrarse y fundirse en la nada misma. Desangrada acabaré desapareciendo, el tiempo cubrirá las manchas y el rumor a muerte escupirá cenizas.

Por eso digo, hay que salvar, no a la flor, sino a las palabras.


Pamela Pulcinella.

Si alguien pudiera escucharme, si alguien pudiera entender

que el vértigo me oprime el pecho.


Pamela Pulcinella.

10/10/08


Esperé el silencio.
Esperé a que las voces callaran.
Esperé a que las sombras se perdieran en el horizonte,
que la lluvia cese,
que la tempestad acabara.
Esperé que tus manos turbias abrazaran mis espaldas,
que la voz me recorra entera dejando un halo de delicada tibieza.
Esperé la señal,
el momento,
esperé al borde del abismo,
sentí el vértigo adueñarse de mis huesos.

Y es siempre eso,

esperar.

Pamela Pulcinella.

9/10/08

(Concurso de cuentos del colegio)

Palabras (asfixia).

He notado que muchas veces las palabras se anudan fuertemente, como el cordón de mis zapatillas. Y aprietan hasta la asfixia.
No es común notarlo, por eso decidí hacer algo al respecto, para ahorrarle el trabajo a otras personas, observadoras y minuciosas al igual que yo.
Es implacable este deseo de beber las palabras. Pero creo que haré con ellas un collar. – Pensé-. Donde cuelgue mis días y mis noches, mis insomnios e infortunios.
Esperaré también encontrar palabras tuyas, rasgos efímeros, figuras que vomiten circunstancias.
Colgaré mis utopías y anhelos, mis desgastes. Colgaré las manchas, las heridas, los fragmentos inherentes que desatan el lazo que me esclaviza a tus pies.
Colgaré mi vida, si es necesario, también.
Entusiasmada busqué en el aire, en la brisa, en los fragmentos. Pero no estaban. Las palabras habían volado junto al invierno, se esfumaron como bocanadas de humo.
Entonces sentí la asfixia. ¿Pero cómo? Si las palabras se ausentaban…
Es un misterio la magnitud de las palabras aún cuando creemos que las hemos vencido.
Confundida, noté mi collar agonizando.
Ingenua, volví a buscar en el aire, en la brisa, en los fragmentos. De nuevo, no estaban.
Aún no podía entenderlo, sentía la asfixia inmóvil e inquebrantable en el interior.
Entonces supe que, a pesar de no poder tocarlas, las palabras nunca cesarían.
Tampoco la asfixia.

Pamela Pulcinella.

6/10/08


Es la hora del último despliegue de candor.
Es la hora del instante pérfido.
Es la hora de cerrar, para siempre,
el anhelo de perfección.
Pamela Pulcinella.

5/10/08


No sé y espero.

No sé y canto.


Arranca esta ausencia, haz con ella una espada.


No sé y me duelo.

Y escapo.


Pamela Pulcinella.

4/10/08



Un vuelco en el estómago. Las ansias de verte. Los nervios, el miedo.
La euforia es ley, es piel. Entonces te veo, te amarro, te sigo. Reímos.
Alivio, calma. Te siento desde siempre, desde nunca.
Vivirme resulta un acto de pura sutileza, casualidad. El mundo se vuelve sencillo, extento. Qué importa.
Quisiera adueñarme del silencio, arrastrarte junto a mi sombra días y noches. Hacer de mi vida la tuya, sonreir y tiritar nerviosa al verte.
Quisiera palabras exactas, pero lo único que hallo es esta inmensa dicha, esplendor, júbilo. Quisiera poder explicarte todo aquello que recorre mis venas.
Quisiera entera tu sombra, para llevarla junto a la mía, en este día de primavera.
Pamela Pulcinella.

1/10/08


Cuando vea los ojos
que tengo en los míos tatuados.
Alejandra Pizarnik.

Soy el emblema,
soy la sangre,
soy la angustia
y la nostalgia.
Soy la estrella,
soy la sombra,
soy la huída,
y la que ama
(tu nombre).
Soy la fuerza,
soy la lágrima,
soy la espada
y la confianza.
Soy la que ama
(tu nombre).
Pamela Pulcinella.