Música para volar

15/6/09

Sobre un cuadro de Salvador Dalí

En cada milímetro de pupila dilatada por la presión de lo que solemos llamar ajeno, impropio, descansa una vida dedicada a sostener lo insostenible, lo expropiado. Perpetua es la carrera por evitar el hundimiento. Oportuna la vorágine que se consigue frenar con todo el estupor y la náusea creciente. Por eso las pestañas enmudecen cuando sombrías esperan la noche. Y por eso caen pesados e inmóviles los párpados cuando nada más queda por observar, y el desarraigo impone explícita soberanía sobre el soporte. Y cuando se derrama la primer lágrima ya no resiste su peso muerto y se deja caer, rodando, junto a la pupila (ahora entregada a la vertiente infinita y circular) y se deslizan juntos hasta el hueco más hondo de la cavidad ocular.