La negación inducida como aguja que atraviesa mis pieles, no es más que un capricho, un salvajismo innecesario. Yo digo NO cuando es necesario. Cuando el SI no es capaz de filtrarse entre los vocablos de los cuales siempre hablo, esos que se empujan en la comisura de mis labios, ansiosos por arrojarse al precipicio y volar, escaparse. Es que ya no quiero decir NO. No quiero merodear el lado abstracto de nuevo. Esta vez quiero decir SI, y para siempre. Como algo infinito, como una indeterminación, un signo figurativo que alude a lo mas intangible. Pero siempre son las mismas las palabras que vomita mi garganta. Y siempre son las mismas palabras que se anudan y pretenden un pedacito de existencia. Y aunque yo quiera parar de decir NO, iría contra la corriente, me arrastraría, mejor dicho. Y aunque quisiera decir siempre SI, también sería imposible porque las palabras no se elijen. Las palabras llegan. Llegan y se van, para que luego vengan unas nuevas, también al azar.
Quién necesita hablar?