Música para volar

25/12/09

No querer hablar


No querer hablar es coser silenciosamente un tramado invisible que penetre ambos labios en un zig zag inquebrantable e infinito. Es subordinarse al hablar de otro que pretende ser escuchado hasta que la última gota de su cuerpo se desintegre. Es no poder vislumbrar un minúsculo vocablo en la bifurcación entre la mudez y el no saber qué decir. Es ignorar la acumulación inmaculada de palabras que se nacen y suicidan una tras otra sin ver la luz, sin estallar en cada sílaba pronunciada. No querer hablar es terreno infértil. Es inquietud ignorada, es verborragia muerta. Es piel arrancada, es fluir del inconciente más conciente, es saber con certeza el riesgo que se corre y preferir la quietud. No querer hablar es asumir una derrota con el cuerpo, con las cuerdas vocales, con el motor de la existencia.
No querer hablar es ambición y escasez. Es romper algo antes de poder nombrarlo.

22/12/09

Palabra muerta




Cuando estas palabras se desvanzcan en un torrente apresurado de colisiones verborrágicas y nauseabundas; cuando oración tras oración no logre encontrar su razón de ser, estar, parecer, semejar; cuando los vocablos se autoflagelen sumisos a la espera de algo que nunca llega ni nunca llegará; cuando letra por letra se desfigure y asesine sin piedad alguna; o cuando fragmento por fragmento se aniquile como materia y anti-materia en aquellos tiempos primitivos; así, y solo en ese entonces, voy a dejar de hablar.

19/12/09

Cadáver exquisito


Cualquier cosa, dije, voy a escribir cualquier cosa. ¿No es eso lo más verdadero, querida? No entendés, son las olas. Son efusivos y candentes, bien enamorados del rojo apasionado y amantes de ayer, de nunca. De esperar. Las causas, espejismos. Casi se filtran por los intersticios moleculares de las narices llenas y vomitan en cascadas tu ausencia gravitatoria. Esto no, vamos al campo porque el pavimento me da hambre de sangre y efervescencia animal, ilimitada, feroz. Nauseabunda. Nunca florecen las azaleas y eso es algo que quita pasión a cualquier atisbo de salvataje; se esfuma entre tanta realidad. Todos los corazones. A todo esto, quisiera recalcar la pestilencia mohosa que reposa bajo las pieles estranguladas por el sol. Y enternecer a las ovejas, madres de tanta infamia y de tanta saturación, modulación, escepticismo. No nos alejemos de la perturbación incestuosa, viste, así digamos que no se bifurcan inertes. Así entiendo las cosas, quiérase o no. La vida es un tanto monstruosa y quiere saturar el ambiente y, sin embargo, huye hacia los confines confitados de aquella galería gastronómica llamada para evocar la noche, aquella reina cuya edad no podría determinarse con exactitud. Quiero, quisiera, querría alcanzar, superponer, invertir el laberinto de ratas confiscada con tintes de ninja. La cosa es simple: lo palpable es lo más efímero.


Natalia Leiderman y Pamela Pulcinella.

15/12/09


Fragmento azul de la piel más pálida: No saber olvidar es ahogarse en el precipicio que la memoria socava.

7/12/09

Reminicencia


Lo recuerdo: quería convulsionarme y arrojar una por una cada palabra lasciva que había corrompido mi sistema, mi tacto.
Con confusos movimientos de mi cuerpo bifurcado, logré una simetría poco lograda y muy precaria que solo me sirvió para aplacar el súbito ardor que trepaba con furia mi garganta.
No quería desvanecerme. Quería reir. Reir con sadismo y agonía. Reir porque llorar hubiese sido demasiado redundante. Por eso comencé a moverme con una desarticulación animal. No podía frenar el abismal despojo de cordura. No podía parar de romperme. No podía parar de romperme.

6/12/09

Sacrificio.


No quería abandonar los movimientos
estrujados
inhibidos
huecos
de mi cuerpo inconciente.
No quería libertades regaladas
sin
el
goteo
sanguíneo
de por medio.