Música para volar

5/1/09

En la espera.

Esperar es algo que hacemos a menudo, muchas veces sin percatarnos de que lo estamos haciendo. Esta espera puede clasificarse en dos: la espera utópica y la espera próspera. La espera próspera concierne todo aquello que tiene una posibilidad real de llegar, ya sea concreto o abstracto, esto es, por ejemplo una persona (concreto) o un sentimiento como la felicidad (abstracto). En la mayoría de los casos (siendo optimista) el deseo en cuestión llega a tierra firme y la espera muta (porque es clave aclarar que la espera en sí nunca cesa). Una vez que lo que esperábamos llega, inmediatamente nos adueñamos de otra cosa que esperar (llámese ambición en su más puro estado). Y el círculo se repite incesante hasta el hartazgo (o la muerte).
El conflicto se presenta cuando aparece la espera utópica. En este caso sólo podemos hablar de cosas concretas, es decir, personas (aunque muchas veces cometemos el maniático error de reificar aquello que esperamos). Esta espera es en vano, ya que la persona en cuestión transita ciertas dificultades irremediables (particularmente la muerte). Esto lleva a una obsesión por parte del que espera capaz de subyugarlo hasta la desesperación e incluso la locura misma.


Complejidad execrante.

Escribir es mi arma y mi condena. No es verdad que escribir desahoga, mas bien esclaviza. Volcar los sentimientos en el papel no significa desligarse de ellos, sinó la posibilidad de plasmarlos en una hoja con el fin de transformarlos en cosas positivas. Entonces, en el papel cualquier maravilla es posible, y he aquí el problema, el gran problema de la gente que escribe (no es casualidad el gran número de escritores que mueren a causa de suicidios). Retomando lo antes dicho: en el papel todo el posible, pero en la realidad no. Nuestras fantasías nacen y mueren en el papel. Ojalá pudiera nacer y morir en un papel, pero para mí está la realidad, aquella que no puedo cambiar con una rotación de sustantivos o la adición de algunos adjetivos. La realidad es algo mucho más complejo que un complemento circunstancial o un modificador directo, incluso más que una oración bimembre. Y aquí es donde muere mi utopía (y la de muchos), en el papel.
La verdad es que no puedo nacer en el papel.
Pero si morir.


Desterrada.

¿Cesará alguna vez esta búsqueda inútil de un cuerpo donde depositar mi frenesí forjado?

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