


De un verde tan intenso que arqueaba mis ojos.
De una plenitud tan extrema que me helaba la sangre.
De una belleza tan pura que me sentí profana.
De una intensidad tan abrumante que intenté suspirar y fue en vano.
Y el aire se condensó tenaz e inquieto, en una lucha por vencer el estupor y la náusea entre tanta belleza colapsada.
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