Música para volar

26/8/09


Tan minúsculamente impreceptible, tan frágil y escrupulosa avanza que me siento macabra con tan solo observarla. No es que no pueda verla, es que finjo no hacerlo, porque si por alguna extraña razón física o cósmica mi pie se deslizara unos 20 milicentésimos hacia la derecha, todo acabaría con exacta precision e impunidad. De hecho nadie habría notado nada. Incluso yo hubiese seguido mi camino sin percatarme del gran acontecimiento que acabaría de provocar. Y todo seguiría igual. Para mi, para el resto del mundo. Pero en el fondo, muy en el fondo, no sería así. Porque con tan solo un deslizamiento mínimo de la planta de mi pie derecho habría derrumbado un ser, una familia, una generación futura de pequeñas criaturas que comparten el mismo suelo que mi zapatilla y la tuya, y la de todos.
Pobre, pobrecita va caminando taciturna. En su lomo el peso, aquel que carga en verano y consume en invierno, año tras año. Y yo la miro pero finjo no hacerlo, porque si mi pie se desliza unos 20 milicentésimos hacia la derecha, todo acabaría con exacta presicion e impunidad. Y entonces nada sería lo mismo.