Música para volar

10/10/09

Caída sin fin.


El peso de cada gota de lluvia indomable que se desparramaba en el piso del patio hacía que sus párpados, cansados, quisieran cerrarse con más ímpetu que nunca.
Esa desesperada necesidad de sentirse amada se incrementaba al compás de cada segundo que transcurría desaforado frente a sus ojos. Una sensación que prácticamente ya no podía opacar.
Una mesa, cubierta hasta las nubes de pañuelos descartables usados y junto a ellos, en el pequeño extremo apenas visible de la mesita, un paquete de cigarrillos vacío y un vaso, ya sin líquido, pero considerablemente impregnado de alcohol.
Ella yacía al borde de su cama. Hecha una bolita, una bolita de carne, lágrimas y cenizas, muchas cenizas.
Con la cabeza volando por los cielos de algún país desértico y su cuerpo aletargado, inércico, totalmente ausente, no pudo tomar conciencia del tiempo que transcurría, que se derramaba entre sus dedos, paralizados de tanto ausentismo. Y casi sin notarlo cayó en un sueño tan profundo que nunca supo con certeza si alguna vez, en algún momento, en algún lugar, logró despertarse.

No hay comentarios: