Música para volar

19/12/09

Cadáver exquisito


Cualquier cosa, dije, voy a escribir cualquier cosa. ¿No es eso lo más verdadero, querida? No entendés, son las olas. Son efusivos y candentes, bien enamorados del rojo apasionado y amantes de ayer, de nunca. De esperar. Las causas, espejismos. Casi se filtran por los intersticios moleculares de las narices llenas y vomitan en cascadas tu ausencia gravitatoria. Esto no, vamos al campo porque el pavimento me da hambre de sangre y efervescencia animal, ilimitada, feroz. Nauseabunda. Nunca florecen las azaleas y eso es algo que quita pasión a cualquier atisbo de salvataje; se esfuma entre tanta realidad. Todos los corazones. A todo esto, quisiera recalcar la pestilencia mohosa que reposa bajo las pieles estranguladas por el sol. Y enternecer a las ovejas, madres de tanta infamia y de tanta saturación, modulación, escepticismo. No nos alejemos de la perturbación incestuosa, viste, así digamos que no se bifurcan inertes. Así entiendo las cosas, quiérase o no. La vida es un tanto monstruosa y quiere saturar el ambiente y, sin embargo, huye hacia los confines confitados de aquella galería gastronómica llamada para evocar la noche, aquella reina cuya edad no podría determinarse con exactitud. Quiero, quisiera, querría alcanzar, superponer, invertir el laberinto de ratas confiscada con tintes de ninja. La cosa es simple: lo palpable es lo más efímero.


Natalia Leiderman y Pamela Pulcinella.

1 comentario:

Pido el silencio dijo...

La verdad quedó un conglomerado muy sabio jajjaja
es lo más.
Hay que frecuentarlo, realmente.
Ti amo, ser mágico o o o
me voy a dormir, esta humedad me está debilitando jajja