
Te imploro abandonar esta lascivia, que dejes de fustigar mi lenguaje. Que el fervor que irrumpe la calma no azote estas palabras, únicas herederas de mi cuerpo lánguido.
No cantes, que a tu perversión innata no logro inmutarla, y se humedecen los últimos vocablos que me mantienen pávida.
Las náuseas corrompen el punto de fusión en la oquedad de mi envase descartable. Y expiro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario